Honduras bajo el Golpe de Estado

EDITORIAL DE AL DORSO (FM LA TRIBU)
28 de junio de 2009. Por Mauricio David Idrimi*

La consulta popular, para determinar si se convoca a una Asamblea Nacional Constituyente, debía iniciarse este domingo en Honduras con la apertura de los centros de votación que fueron habilitados en el parque de las principales ciudades de ese país centroamericano. La consulta, convocada a partir de la firma de más de 400 mil ciudadanos hondureños, ha sido objeto de rechazo por parte de ciertos sectores políticos y sociales de Honduras, lo que les ha llevado incluso a intentar un golpe de Estado contra el presidente de ese país, Manuel Zelaya. En declaraciones a la prensa, Insulza, que ha convocado a una reunión urgente del Consejo Permanente de la OEA para analizar la crisis, exigió a los golpistas dar a conocer “de inmediato” el paradero del presidente Manuel Zelaya y que la comunidad internacional se una en contra de esta “grave alteración del proceso democrático del continente”. Pero, ¿será que estamos ante una nueva oleada de inestabilidad política en una región donde vuelven agitarse fantasmas de golpes cívico militares contra gobiernos que se pronuncian contra viejos modelos que siguen persistiendo? ¿Cómo es posible que la historia hondureña se repita en este año 2009?

Como suele suceder en esta historia desagradable para los países de América latina, Honduras aún no ha podido desligarse de un pasado turbulento marcado por el golpismo, el poder de las clases conservadoras y el siempre presente intervencionismo norteamericano implícito y explícito. Antigua colonia española, desde 1840 hasta el decenio de 1980 este país centroamericano fue frecuentemente dirigido por dictaduras conservadoras. Las elecciones tenían poca significación y las revoluciones fueron frecuentes. En el transcurso del siglo XX, la importancia creciente de las plantaciones de bananeros pusieron al país bajo la dominación de las compañías fruteras norteamericanas, tales como United, Standard y Cuyamel. La United Fruit Company compró Cuyamel, en 1929, e hizo de Honduras una “república bananera”. Aún cuando ellas contribuyeron poco al desarrollo general del país, las compañías fruteras le dieron un producto de exportación mayor, desarrollaron las zonas portuarias del Caribe e hicieron, indirectamente, de San Pedro Sula, una zona de población importante. En 1933, Tiburcio Carías Andino, sostenido por la United Fruit Company, llegó al poder y ejerció una dictadura enérgica hasta 1948. Juan Manuel Gálvez le sucedió y emprendió la modernización del país. Su política engendró una huelga general de los obreros de las plantaciones bananeras, en 1954. Esta huelga marcó la decadencia de la influencia de la United Fruit. Fue bajo la presidencia de Gálvez que Honduras adhirió a la Organización de los Estados de América Central. En 1954, un régimen democrático fue puesto en marcha y el liberal Ramón Villeda Morales llegó a la presidencia de la República. Hizo adherir al país al Mercado Común Centro-Americano (MCCA) y lanzó programas en favor de una reforma agraria y de la educación. En 1963, su discutida política, asociada a la aprehensión provocada por la suba del comunismo en Cuba, desembocó en un golpe de Estado, conducido por el coronel Osvaldo López Arellano. Y es aquí donde comienza una historia aún más oscura.

Los militares se adueñaron del país, fuertemente financiados por Washington y muy comprometidos en su lucha contra el comunismo. Los militares se hicieron amos y señores del país, y en alianza con las familias oligárquicas tradicionales llevaron a cabo una política de agresión regional muy severa. En 1969 de hecho se enfrentaron a El Salvador en la tristemente célebre “guerra del fútbol” por cuestiones fronterizas y problemas inmigratorios. Pero la presión internacional y las protestas populares obligaron a los militares a llamar a elecciones en 1981. En noviembre de 1981, los hondureños votaron en las primeras elecciones presidenciales en 18 años y fue elegido presidente Roberto Suazo Cordova, del Partido Liberal. Después de que el Frente Sandinista de Liberación Nacional tomara el poder en Nicaragua el 19 de julio 1979, Honduras comenzó a ser el privilegiado otra vez militarmente por Estados Unidos, quien hizo de este país su gendarme en América Central, para apoyar a la “contra” nicaragüense y vigilar la frontera con El Salvador, dónde la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional tomaba fuerza. Al frente de la embajada estadunidense en Tegucigalpa estaba el embajador John Negroponte, un experto en Vietnam. El hombre fuerte era el general Gustavo Alvarez Martínez, quien aplicó la desaparición forzada de personas como una de las formas represivas. Este general se graduó como subteniente en el Colegio Militar de la Nación en El Palomar, Argentina, en los años ‘60. Recibió luego cursos de Estado Mayor en Buenos Aires.

Paralelamente a esas elecciones en noviembre 1981, jefes militares y oficiales de inteligencia de 20 países latinoamericanos se encontraron discretamente con oficiales estadounidenses en Washington. El secretario de Defensa Caspar Weinberger y el ministro de defensa salvadoreño José Guillermo García fueron los oradores principales de esta reunión en la cual se discutió como contrarrestar “el terrorismo, la subversión y la insurrección armada” en toda América Latina. Y en esas fechas viajó la embajadora ante las Naciones Unidas, Jeane Kirkpatrick a Argentina, Uruguay y Chile, para charlar sobre el incremento del involucramiento militar de esos países en Centroamérica. Mientras, en Honduras, militares norteamericanos organizaban una fuerza paramilitar latinoamericana, financiada con dinero de la CIA. Esto significaba que los militares a pesar de las farsas electorales seguían siendo los señores dela guerra que custodiaban los intereses de los terratenientes locales y las inversiones extranjeras en el país. En el decenio de 1980 la geografía hizo inevitable que Honduras y sus pretorianos se involucraran en la guerra contra el gobierno sandinista patrocinada por Estados Unidos. Ronald Reagan y el Pentágono convirtieron de inmediato a Honduras en un enclave de lanzamiento para los ataques de los “contra” sobre la Nicaragua sandinista. El terreno hondureño pronto se vio salpicado con pistas de aterrizaje, almacenes de provisiones y campamentos base para las tropas de los “contra”. Miles de unidades regulares de Estados Unidos (y mucha CIA y veteranos vengativos de Vietnam) y de la Guardia Nacional de Honduras se turnaban el servicio en el país y la economía local estaba inundada por la afluencia de cientos de millones de dólares. Todas estas actividades reforzaron el poder de los militares hondureños.

El gobierno civil sobrevivió al menos nominalmente cuando Rafael Callejas asumió la presidencia en 1990. En 1993 el Partido Liberal mantenía su poder con el triunfo de Carlos Reina. Tanto Callejas como Reina se sumaron a la ola neoliberal del Consenso de Washington y los tecnócratas del FMI y el Banco Mundial inundaron el Ministerio de hacienda del país. Pero el país se vio sumido en la decadencia económica y la gran corrupción venida de… los militares dueños del país. Reina, bajo presión popular y delos medios progresistas de comunicación del país, intentó corregir esta situación y anunció medidas para contrarrestar el poder de las fuerzas armadas, implicadas con negociados turbios del narcotráfico internacional. También se llevó a cabo un plan de gobierno para investigar los casos de desaparecidos en los tiempos de las dictaduras militares y de los años del decenio de 1980. Inmediatamente los hombres del ejército desplegaron tanques a las calles de Tegucigalpa en agosto de 1995 como demostración de fuerza. El despliegue militar habló por sí mismo.

Honduras es uno de los países más pobres del continente, y conocido mucho tiempo como una “república bananera”. Esta ubicado en América Central, bordeado por Nicaragua, El Salvador y Guatemala, y tiene costas del lado del Pacífico y sobre todo del lado del Caribe. Tiene una superficie de 112.492 kilómetros cuadrados y una población de unos 5,5 millones. El 63% de las familias hondureñas sufren de desnutrición, miles de chicos viven en la calle y más del 55 % está desempleado. Una vez más esta situación no importa y los poderosos intereses de los militares se adueñaron del país. Zelaya, quien asumió en enero de 2006, parecía un dirigente hondureño más dispuesto a dejar el status quo de Honduras, pero sus posteriores alianzas con la Venezuela chavista y el ingreso al ALBA lo hicieron presa de la desconfianza del mundillo empresarial local y las fuerzas armadas. Washington también se sumó a esa desconfianza y le retiró todo el apoyo a Zelaya. Lo cierto que en Honduras otra vez la historia pretoriana se repite y un golpe de Estado se hace con el poder en este país centroamericano. Un golpe condenable y que hay que repudiar. Un golpe que parece ser un aviso de que los cuarteles, los sectores poderosos de siempre y los intereses foráneos no descansarán hasta doblegar los nuevos tiempos de integración latinoamericana. Ha llegado el turno de Honduras… ¿Cómo sigue esta historia?


*Licencia en Historia UNLP. Integrante de Al Dorso, el primer programa
de radio argentino sobre la deuda externa.

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